Mirta Satz, artista plastica.
Convocó a los vecinos para que realicen la sonrisa de Gardel con la técnica del mosaico y montó los trabajos en el frente de su casa. La experiencia AMIA y secretos de comunidad.
Daniel Enzetti, Publicada en marzo 21, 2015
Trabajó como tesorera en la AMIA, hasta que el edificio en donde pasaba todas las mañanas se hizo polvo. Cuando estalló la bomba en la mutual judía, Mirta Satz estaba sola en su oficina del segundo piso, y eso la salvó. “No perdí tiempo en mirarme a los ojos con nadie –recuerda–, y el instinto de sobrevivir hizo que corriera para el lugar correcto. A medida que avanzaba, los techos se caían atrás mío.” Entonces, como la mole de cemento, ella también se reconstruyó. Y para eso utilizó el arte. “De chica siempre me había gustado la música”, cuenta. Baila, compone tango y folklore, dibuja y es mosaiquista. Hace casi 20 años creó en su propio domicilio de Parque Patricios el Taller Arte Inclan, donde se dan clases de distintas disciplinas. Y un día se le ocurrió cambiar la pared del frente. Convocó por las redes sociales y repartiendo volantes en el barrio para que los vecinos hicieran mosaicos con la cara del cantor tanguero más emblemático. O mejor dicho, con esa boca que ríe eterna, y que hoy se multiplica hasta el centenar, cubriendo la fachada de una casa frente a la que es imposible no pararse un rato para ver “La sonrisa de Gardel”.
–¿Por qué decidió llamar de esa manera la invitación?
–Porque la sonrisa de Gardel es un nexo que nos vincula. Gardel es la voz de la ciudad, representa el primer tango que se cantó, y es nuestra identidad. Su sonrisa permanece latiendo en el tiempo, infinita. Me pareció una buena idea para que en la propuesta intervinieran desde chicos de ocho años hasta abuelos de 80. Antes, con Rufino Bogado, un amigo que me acompaña en el proyecto, habíamos transformado las baldosas cuadradas de la vereda. Las hicimos redondas, como simbología de otro pasar, estimulando al juego de los chicos.
–¿La gente respondió?
–Muchísimo, porque la propuesta apuntaba a gestar un trabajo colectivo, y a demostrar que el arte no pasa sólo por los artistas, sino que es un acontecimiento que se presenta cuando estás dispuesto a entregarte a ese momento.
–¿De qué manera se organizó?
–Arranqué en las vacaciones de invierno. Repartí fotos, marqué algunas pautas para que dibujaran a su Gardelito en círculos de cartón de unos 30 centímetros de diámetro, pero siempre respetando la impronta de cada uno. La gente aprendió la técnica del mosaico, y era hermoso ver cómo, dos o tres veces por semana en el taller, los vecinos hacían “su sonrisa” con una pasión increíble. Trabajaban en un piso lleno de azulejos rotos, trozos de platos, cerámica, vajilla. Era romper para volver a reconstruir, como muchas veces pasa con el arte.
–¿Y los materiales?
–¡Sacábamos de cualquier lado! Revisábamos bolsas de las obras en construcción, o de repente, encontrábamos platos tirados en una esquina. Un día, una vecina tocó el timbre y dijo que a la vuelta había un contenedor lleno de azulejos. ¡Nos llevamos todo! (se ríe). Se crearon grupos increíbles. “Las Ochen”, por las ochentosas, son siete chicas que eligieron el mosaico como símbolo de su amistad. Un nene traía a su abuelo para que lo ayudara, en otro caso se trataba de dos hermanos, o de una familia entera. Cada vez que alguien terminaba el trabajo, todos aplaudíamos, como en el medio de una ceremonia: “¡Ahí va otro Gardelito!”
–Y de ahí a la pared…
–Claro. Terminamos de ubicarlos hace un par de meses. Son aproximadamente 100, a lo que agregamos la letra de Mi Buenos Aires Querido, más algunas mujeres del tango en la parte superior del frente. A la noche, en medio del silencio, es gracioso escuchar desde adentro a uno que pasa y se pone a cantar. Cuando completamos el trabajo de esa letra, con Rufino bailamos un tango subidos al andamio que nos prestó un pintor de la zona. En medio del trabajo, una mujer de la esquina nos traía berenjenas, el policía nos saludaba, y a un vecino de enfrente lo llamábamos “El Inspector Cruzó” (se ríe) porque se acercaba, inspeccionaba cómo avanzaba el mural y se iba. El arte, y sobre todo el arte popular, saca lo mejor de cada uno.
–¿Piensan inaugurarlo?
–Por supuesto, ojalá que a fines de abril, con milonga y fiesta callejera. La sonrisa de Gardel se convirtió en múltiples sonrisas, y eso nos da felicidad. Te digo algo curioso: cada Gardel se parece a la persona que lo hizo. Creeme.
http://tiempo.infonews.com/nota/147847/el-arte-saca-lo-mejor-de-cada-uno